La experiencia de Wadad Halawani como víctima se remonta a una fecha, a un acontecimiento: El 24 de septiembre de 1982.

Una llamada a la puerta, a la que respondió el hijo mayor de Halawani, que entonces sólo tenía seis años. Unos hombres que decían ser del “gobierno” pidieron ver a su marido, Adnan. Los hombres pidieron que Adnan les acompañara para un interrogatorio rutinario sobre un accidente de coche, afirmando que volvería en cinco minutos, antes de llevárselo a punta de pistola. Ese fue el momento en que Adnan desapareció. No se ha vuelto a saber de él desde entonces.

Demonstration by the families of the missing and forcibly disappeared at the National Museum in Beirut, which during the war was the green line that divided the capital into two Beirut: the eastern (Christians) and the western (Muslims).

El 24 de noviembre de 1982, dos meses después del secuestro de su marido, Halawani fundó el Comité de Familias de Secuestradxs y Desaparecidxs en el Líbano.. Elcomité incluía a las familias de las víctimas de los secuestros de toda la sociedad libanesa, que aumentaban en número casi cada día que pasaba de la guerra civil de 1975 a 1990. Con él, en plena guerra se formó un movimiento antibélico dirigido por mujeres, que pedía la liberación de todxs lxs residentes libanesxs y no libanesxs secuestradxs y desaparecidxs. Ese movimiento ha llegado a representar a las víctimas de los secuestros que comenzaron con el inicio de la guerra en el Líbano en 1975, así como los que continuaron después del final del conflicto en 1990, cuando las diferentes partes del conflicto firmaron los Acuerdos de Taif.

Los Acuerdos de Taif fueron un indicio de lo que estaba por venir. En lugar de ocuparse de algunas de las preocupaciones inmediatas tras el conflicto, como el paradero de las personas extraviadas y desaparecidas, lxs dirigentes libanesxs trataron de protegerse a sí mismxs. Se aprobó una amnistía que protegía a lxs perpetradorxs y marginaba a las víctimas. Se llevó a cabo una política de ofuscación para difuminar deliberadamente los hechos que acontecieron durante la guerra, casi como si no hubieran sucedido, invitando a todo el mundo a hacer la vista gorda ante lo que había sucedido en el Líbano y las tragedias provocadas en su población.

Según Halawani, el comité de familias fue una contestación directa a esta conspiración de silencio impuesta. Ella lleva mucho tiempo diciendo que mientras no se escuche a las familias de las personas extraviadas y desaparecidas, entonces siguen en guerra, y que la paz declarada en el Líbano no es más que una paz cultivada y frágil que se entendería mejor con la frase “lo pasado, pasado está”.

Luchar contra esto no ha sido fácil. Halawani afirma que las familias de las personas extraviadas y desaparecidas consiguieron formar una coalición intersectaria en una región de discordia sectaria, pero se han enfrentado a innumerables retos y obstáculos, por no hablar de las trampas y las amenazas. Sin embargo, las familias nunca perdieron el ánimo ni renunciaron a su derecho a descubrir el paradero de sus seres queridos.

Odette Salem es la madre de dos personas desaparecidas: Richard (21 años) y Mary Christine (19 años). Las familias de lxs extraviadxs y desaparecidxs instalaron una carpa en el parque público Gibran Khalil Gibran, frente al edificio de la CESAO (ESCWA por sus siglos en ingles) en el centro de Beirut, en 2005. La carpa se convirtió en el centro de las actividades de las familias y en el punto de partida de todos los movimientos de campo en su exterior. Odette dejó su casa y se instaló en la carpa. Fue atropellada por un coche mientras cruzaba la calle en dirección a la carpa en mayo de 2009.

Halawani afirma que han trabajado sin descanso durante los periodos de conflicto y post-conflicto en el Líbano. La propia Halawani ha sido miembro fundadora y/o miembro de varias redes y foros, como la Federación Euromediterránea contra las Desapariciones Forzadas (2007), la Red Mundial de Solidaridad de Madres, Hermanas, Esposas, Hijas y Familiares de Personas Secuestradas o Desaparecidas (2000) y el Foro por la Memoria y el Futuro en el marco del Proyecto de Construcción de la Paz del PNUD (2019). El comité de familias también ha conseguido victorias pequeñas pero simbólicas, trabajando “a paso de tortuga” (como describe Halawani su empeño y el de las familias) hasta que consiguieron impulsar la ratificación de una ley sobre las personas extraviadas y desaparecidas en 2018. La Ley 105/2018 consagra el “derecho a saber” de las familias al ordenar a las autoridades que formen una comisión nacional independiente para esclarecer el paradero de las personas extraviadas y desaparecidas durante los años de conflicto en el Líbano.

La ley es el producto de 36 años de lucha y lágrimas, y de décadas de espera. Actualmente, el comité de familias está trabajando por la aplicación de la ley; sus esfuerzos han llevado a la publicación del primer decreto de aplicación de la ley, según el cual se ha formado un Comité de Investigación independiente sobre el paradero de las personas extraviadas y desaparecidas forzosamente (2020 – 2021).

El comité se esfuerza por seguir adelante con su misión a pesar de la reticencia de lxs libanesxs a asignar una sede especial para el comité, así como la contribución financiera estipulada en la ley.

Y así continúa la lucha. Incluso hasta hoy, las esposas e hijas de lxs desaparecidxs siguen defendiendo su derecho a conocer su paradero. Halawani y otrxs familiares de desaparecidxs también estuvieron activxs durante la Revolución del 17 de octubre en 2019-2020, planteando sus demandas originales para acabar con la impunidad y aplicar la rendición de cuentas después de la guerra.

“No se trata sólo de las familias de lxs desaparecidxs, sino de todas las víctimas de la guerra. Queremos que nuestrxs hijxs crezcan en un Estado que respete los derechos humanos y una verdadera paz”, afirma.

“Quiero poder saber dónde fue enterrado Adnan Halawani, y poder ir allí y contarle a mis nietxs lo que pasó: hubo una guerra, pasó esto y su abuelo está aquí”.

Halawani espera que INOVAS pueda servir como un “espacio para que todxs nosotrxs, como víctimas, compartamos nuestro dolor”, y un lugar para que las víctimas y lxs sobrevivientes de todo el mundo “intercambien sus experiencias”.

“Juntxs, estamos produciendo una nueva cultura para el trabajo en derechos humanos, que nos permita partir de un lugar alejado de las actividades y teorías que ya existen”, dice, expresando su creencia en la “flexibilidad” incorporada a la red INOVAS.